Al parecer la iglesia estaba llena esa noche, como era de esperar, y todos salían en el preciso momento en que nos estacionamos. Un señor que estaba en una esquina con las manos metidas en los bolsillos no nos quitaba la vista de encima, miraba con extrañeza y preocupación a la vez. Pero las niñas y niños que salían aburridos de la iglesia, llevados de la mano por sus madres, se alegraron al ver a un barbudo dando brincos en una patineta, frente a la iglesia.
Desde allí caminamos calle abajo hasta llegar a Nuestro Son, donde también había muchos parroquianos, mucho más devotos que los que salían de la Iglesia de Santa Ana. Adentro, al fondo de Nuestro Son, en la tarima, ya estaba D.J Cadáver, tocando cortes de Punk y Garage intercalados con diálogos de series televisivas retro como Batman. Las luces y la decoración de la tarima de Nuestro Son es bastante cómica. Las paredes están pintadas con formas de ladrillos color barro rojizo, como para darle un look callejero, pero parece más bien la escenografía de un talent show de high school.
A eso de las 11 y pico ya Dávila 666 estaba afinando sus instrumentos. El ruido hizo que sus fieles se acercaran y se colocaran en primera fila y cuando comenzaron a tocar ya Nuestro Son estaba repleto.
Los nombres y orden de las canciones que tocaron, imposible que las recuerde…Sé que tocaron con la misma vehemencia de siempre y que tocaron cortes nuevos y claro, los clásicos como Callejón, la que todo el mundo canta, “la única que se saben”, como dijo Gianky (guitarra y bajo) por el micrófono antes de tocarla. Cuando tocaron esta última canción ya eran más de las 12, Viernes Santo.
También recuerdo que mientras tocaban Callejón una chica en traje, tacos y un collar de perlas se subió a la tarima y comenzó a cantar por uno de los micrófonos, que Angelito (coros y pandereta) tocaba dos panderetas, chocando una contra la otra, hasta que una de ellas se partió y tuvo que comenzar a azotar la que le quedaba contra su cadera, que Juanco, cantante de Lo Podrido, estaba en el público, le dedicaron una canción y se trepó a la tarima a cantar, que en algunos momentos el sonido soquió, como siempre, que las Medallas estaban primero a dos por tres pesos y luego a dos pesos cada una y eran de lata, que cuando terminó el show, por más que Carlitos (cantante) pidió que se quedaran, que el party seguía, D.J Cadáver se quedó casi solo tocando canciones de The Ramones y otros clásicos Punk.
Al terminar el show el público se trasladó a la calle de al frente de Nuestro Son, la calle Tetuán. Algunos estaban de pie y otros sentados en las aceras, hablando, fumando y sobre todo sudando. A esa hora todos buscaban cervezas baratas y muchos se fueron para la barra Los 3 Cuernos en el mismo Viejo San Juan y otros hacia la Avenida Universidad en Río Piedras.
Pero aquí comienza otra historia.
Esa historia pudiera estar situada entre el Café 103, con música de Eskorbuto de fondo, el Vidis, con música variada, top 40, y el Cool o loko (la barra más mierda de la Avenida Universidad) con Reggaetón. Sus personajes pudieran ser dos amigos borrachos que no estaban en la show de Dávila, un narcotraficante, una tecata o varios tecatos, la chica del traje y el collar de perlas (ahora sin tacos), un actor puertorriqueño frustrado y un travesti de cachetes bembes y nalgas infladas.
Así pudiera inferirse que luego del show muchos y muchas devotas de Dávila quedaron esparcidas por diferentes antros, buscando su eucaristía del gran día sagrado.
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