"Es como si el gobierno tuviera un little dick complex"
- Alameda del Cobre
Expedir un boleto, la tarea más básica y fútil que realiza la policía, se convirtió en todo un operativo espectacular la noche del sábado 13 de febrero en el área universitaria de Río Piedras.
Para intervenir con una sola persona, o en un sólo caso, participaban más de tres policías estatales y por los menos tres guardias nacionales con sus armas largas en mano. Para detener un auto bloqueaban la calle que fuera y los "sospechosos" quedaban rodeados en medio de un círculo de uniformes, luces azules intermitentes y armas largas.
Un agente del FURA, con el que pude conversar informalmente mientras intervenían con dos personas que presuntamente portaban alcohol en su auto, dijo:
"Yo sé que esto es exagerado, yo sé, yo estudié en la iupi y sé. Pero uno nunca sabe, uno no sabe el pedigrí (historial) de la persona. ¿Y si uno de esos es uno de los más buscados?, uno nunca sabe".
Se refería a dos jóvenes que conducían un carro bastante usado, el cual fue detenido por cuatro patrullas, en cada una de las patrullas, uno o dos policías estatales y un guardia nacional con una metra en la mano. La actitud de la policía era especialmente altanera, lo cual no es raro, pero esta vez era más de lo normal, como si la presencia militar les diera esa seguridad que les faltaba para ser un poco más arrogantes y hostiles.
No sé cuántos boletos le dieron a los muchachos del carro, pero antes de irse, un oficial, como para rematar, se fijó en una pequeña hendidura que tenía el cristal delantero del auto y con regocijo exclamó: "Ah, otro ticket" y una vez más abrió su libreta y mientras escribía dijo "el cristal roto, eso es obstrucción a la visibilidad".
De lejos, un joven de pelo largo tomaba fotos y un guardia nacional se tapaba la cara con su gorra guerrera, "cuál es el miedo", le gritó el joven. Otros dos muchachos que con la boca abierta hacía rato observaban el espectáculo desde una esquina, comenzaron a aplaudir cuando los militares y policías montaron en sus vehículos. Aplaudían, y sarcásticamente vitoreaban a los agentes, "buen trabajo, buen trabajo, así se combate la criminalidad". Un agente bajó el cristal y les dijo: "pórtense bien muchachos, pórtense bien".
En cualquier caso, los policías intervienen, la Guardia Nacional, no hace nada. Se paran, estoicos, con sus armas largas y cumplen la función que, por lo que se ve, es la única que les ha sido designada: el efectismo, producir esa fuerte impresión que suscita en el ánimo de los civiles el impacto visual del uniforme de guerra y las armas largas.
La reacción de algunas personas que se encontraban en la Avenida Universidad, frente al Café 103, por donde pasaba una caravana constante de guaguas, motoras y bicicletas policiales, fue una reacción que podría decirse quedó a medio camino entre la ira y la carcajada. La ira de ver su territorio ocupado y no poder hacer nada, y la carcajada por lo patético de la situación. Así, las palabras que más se escuchaban por la Avenida eran: “ridículo”, “patético”, “innecesario”, “vergonzoso”, y entre medio de cada palabra, una irónica carcajada.
Pero no todos se contuvieron. No todos se conformaron con el comentario al vacío que lanzó casi toda persona que fue testigo de las intervenciones policiacas de esa noche. Una fémina tuvo la oportunidad, amparada por la sacrosanta libertad de expresión, y como le recordó el mismísimo agente al que se dirigía, por la democracia, de despepitarle en la cara a un policía y un guardia nacional lo que pensaba o lo que sentía sobre lo que ella llamó "la ocupación militar de Río Piedras". De momento recuerdo que la joven dijo:
"...da vergüenza, deberían avergonzarse, mientras ustedes están aquí en otros lugares están matando gente... es vergonzoso que a ustedes (los guardias nacionales) les paguen más que a ustedes (la policía estatal)..."
Con todo lo que dijo la chica, que fue mucho más de lo que ahora viene a mi mente, el oficial estuvo de acuerdo. Se despidió deseándole buenas noches y que la pasara bien y el guardia nacional a su lado, no dijo nada.
***
En Taller C esa noche había un buen show, tocaba El Macabeo, banda compuesta por miembros de distintas bandas (La bella y las bestias, Tropiezo, Lo podrido, La Santa Inquisición, Diente Perro) y músicos que se unieron para tocar salsa gorda, y la banda Rock and Roll Dávila 666.
Pero algunos músicos no pudieron, como tradicionalmente suelen hacer cuando tocan en Taller C, bajar sus instrumentos del auto frente a la puerta del local. Pues la otra parte del despliegue de fuerzas se mudó de la Avenida Universidad a la calle que pasa frente al Taller. Allí, los guardias bloquearon la vía y redirigieron el tránsito hacía la calle Robles o la Brumbaugh. Usaron un buen método de efecto visual, la patrulla en el medio de la calle con los biombos relampagueantes encendidos, un policía indicando a los conductores que no podían pasar y los guardias nacionales con las armas largas apostados en las esquinas, mirando, sin hacer nada.
Estuvieron cerca de una hora y uno de los músicos de Dávila 666 expresaba ya su preocupación porque el show no se fuese a dar. Pero luego de un rato la comitiva policial abandonó la calle, a esa hora (casi media noche), sabe quién en dirección a dónde se dirigían, a un caserío, una barriada, una comunidad especial...
Entonces, dentro del Taller C comenzó a tocar El Macabeo y casi todo el mundo bailó y cantó las mismas canciones con las que se escocotaron sus padres y madres.
"Yo quiero poner en perspectiva, dijo el cantante de El Macabeo, que somos roqueros poniendo la salsa al día". Y a cada rato tenía que recordar "no salgan afuera con las bebidas, vamos a evitar problemas".
2 comentarios:
tremendo espectaculo indeed, buen articulo
Muy buen artículo, mi joven padawan.
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