jueves, 12 de agosto de 2010

“No nos queremos ir”

Barceloneta



Texto: Joel Cintrón Arbasetti
Fotos: Alexandra Sierra


Para muchas personas en el área metropolitana y en el interior de la isla, el pueblo de Barceloneta es famoso por los outlets, un tipo de mall donde se vende a precios bajos la mercancía “defectuosa” de marcas famosas. El mall, como queda a la orilla del expreso, puede ser visitado sin la necesidad de adentrarse al pueblo.

Pero Barceloneta, además del mall, tiene una zona costera donde se divisan con frecuencia kioskos de alcapurria, cerveza y piña colada, hay marisquerías y se consiguen verduras, frutas frescas y hasta limbers a peseta. A diferencia de algunas zonas playeras de Condado o Isla Verde, allí no hay verja que divida la zona litoral de la marítimo terrestre. Eso significa que cualquiera tiene acceso al mar.

Pero hay un pequeño problema: Barceloneta también tiene alcalde.

El acalde, Sol Luis Fontanes, lleva más de 20 años en el puesto y durante ese tiempo sus planes desarrollistas han suscitado varias intrigas. Entre sus proyectos prioritarios se encuentran: la expropiación, la demolición de hogares y el desplazamiento de comunidades que considera estorbos públicos.

Mientras demuele casas, el alcalde llena las plazas públicas con la monumentación de hombres ilustres y soldados de bronce. Así lo pudimos comprobar durante nuestra visita donde más de una vez nos topamos con bustos y estatuas.


Mi primera visita a este pueblo la hice en compañía de tres personas, Mairym, Alexandra Sierra y Erick Velkan, tres activistas del área de San Juan.

Días antes de nuestra visita, El Nuevo Día publicó una noticia escrita por Keila López Alicea donde se reportaba que el alcalde de Barceloneta había mandado a demoler varias estructuras de la zona costera del pueblo. Entre estas estructuras se encontraban una pescadería en función, el albergue de la asociación de pescadores y varias viviendas que aún tenían sus enseres en el interior. El pretexto del alcalde: el desarrollo de un proyecto que ha denominado como Paseo Palmar de Barceloneta, proyecto que aun no cuenta con los permisos de la Junta de Planificación (JP) ni de la Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE)

La situación en ese pueblo de la zona cársica es mucho más drástica de lo que la rapidez, la concisión y la objetividad permiten expresar. El desplazamiento y la aniquilación de comunidades se vienen presenciando en Barceloneta desde hace años. De allí no hace mucho que desaparecieron las comunidades El Piche y La Marina. Ahora está bajo amenaza La Boca, comunidad de pescadores y gente trabajadora de todo tipo que generación tras generación han habitado las tierras colindantes a la playa.

Erick Velkan, activista del Comité Contra la Homofobia y el Discrimen que nos acompañó durante la visita, vivió un año en Barceloneta. Del grupo es él quien más conoce el área y es él quien usa su dedo índice para indicar las zonas donde ya no hay lo que antes había. Cuando íbamos adentrándonos al pueblo Erick señaló dos complejos de viviendas que se levantan entre una calle comercial y la playa. Los señaló y dijo, “eso ahí era La Marina”, una comunidad que fue desplazada y sustituida por apartamentos que al fin y al cabo no se pudieron vender.

Paralelo al pueblo yace un embalse artificial, producto de la canalización forzada del Río Grande de Manatí. Frente al embalse se ubicó una plaza pasiva con banquitos para sentarse y quizás para preguntarse sobre naturalezas y artificios.

Seguimos conduciendo por la carretera paralela al llano por donde pasaba el Río y llegamos a un redondel. Entonces, Ercik nos dice: Aquí era El Piche; otra comunidad desplazada. Al Piche lo sustituye ahora un terreno baldío donde pronto inaugurarán un paseo tablado.

Más adelante nos encontramos con una carretera recta y de larga extensión. A nuestro lado izquierdo, al fondo, se divisa la desolada estructura de lo que fue la Central Plazuela, antiguo trapiche fundado por un tal Cornelio Kortright.

La pipa negra de la Azucarera es la antesala al paisaje bucólico que se extiende a nuestros lados hasta llegar a La Boca y al lugar de arena negra donde el Rio Grande de Manatí se encuentra con el océano Atlántico. Frente a esa desembocadura solía estar la pescadería de Luis Ángel Reyes. Del local que por 25 años sirvió para alimentar a su familia ahora quedaban sólo escombros.

El abogado y el juez

Justo al lado de las ruinas de la pescadería sigue en pie y sin aparente riesgo el Bohío, un kiosko-restaurante que vende mariscos y viandas. Cerca, sentadas sobre un muro de cemento, había varias personas de mediana edad que disfrutaban del sol. Mairym se les acercó y les inquirió sobre la demolición de la pescadería. Según el alcalde esta se tenía que considerar como un estorbo público. Sin embargo, un señor nos dijo que la pescadería no se veía mal, que tal vez le hacía falta una mano de pintura pero que no se veía mal. El mismo hombre dijo sentir pena por el pescador Luis Ángel Reyes

En general, los barcelonetenses allí sentados desaprobaban la demolición de la pescadería, pero expresaban sus opiniones con mucho cuidado argumentando que trataban de ser objetivos. Detrás de este grupo, sentados en sillas plegables, había dos hombres de edad avanzada. La mayoría del tiempo permanecieron indiferentes a la conversación que cerca de ellos se desarrollaba. De repente uno de ellos intervino. Este tenía el cuello, las muñecas y los dedos llenos de prendas de oro y los demás lo identificaron como un abogado que disfrutaba con su amigo el juez. El viejo comenzó su alocución en inglés y sólo la puedo transcribir de memoria y por lo tanto de forma fragmentada:

You don’t know what you are talking about… tu eres muy argumentativa…go take a walk… nosotros estamos aquí por el progreso… hay que sacar a esa gente de esas casas… esa gente son invasores… esos son arrabaleros… esa gente son basura, son como cucarachas, como ratas…

Mientras hablaba no dejó de señalar con su dedo la cara de Mairym, luego se sentó y no quiso contestar preguntas ni seguir la conversación. El presunto abogado quedó tan alterado que el presunto juez, sentado a su lado, tuvo que ponerle la mano sobre la rodilla y susurrarle palabras al oído para intentar calmarlo.

Otra vez en el carro transitamos por lo que se conoce como Palmas Altas y Punta Palma hasta que nos topamos con los restos de otra demolición. Estacionamos al lado de unos remolques de bote que estaban aparcados cerca de un pequeño muelle. Allí nos acercamos a tres hombres que conversaban recostados de uno de los remolques y Mayrim preguntó que de qué eran esas ruinas. Uno de ellos dijo que esas eran las ruinas de lo que días antes fue el Club Social de Pescadores.

Tratamos de indagar sobre el asunto con los hombres del muelle, tres hombres mayores, dos con sombrero y uno con bigote y pelo blanco que hablaba sobándose la mejilla. Pero estos no parecían estar muy bien informados. Así que ellos mismos nos refirieron a un anciano de 91 años que hasta ahora vive cerca del lugar.



Entrevista



Nos acercamos a la casa del anciano y desde la calle pudimos ver que en el balcón había tres personas conversando. Fue Mairym quien nuevamente entabló el diálogo, presagiado por un saludo cordial que tuvo que ser convertido en grito para que el envejeciente pudiera escucharlo.

Pero no escuchó… Desde su silla mecedora el viejo vio a cuatro jóvenes que saludaban con las manos y, asistido por otro hombre menor que él, se paró y caminó hacia nosotros. Su esposa, quien también estaba en el balcón, no se acercó.

Primero le preguntamos sobre los proyectos que el alcalde pretende desarrollar en toda la costa de Barceloneta.

El anciano dijo que lo que pasa es que el alcalde está desorientado y mientras decía esto el don que lo acompañaba decía “loco loco, (el alcalde) se volvió loco” y el viejo continuó:

"Todo lo que se construye cerca del mar y se usa el cemento, la arena, la piedras y la varilla…en un momento dado todo eso viene pa’ bajo… Yo tengo 91 años ahora, lo que te quiero decir con eso es que conozco bien todo, todo lo que hay".

Erick Velkan preguntó, ¿la casa de ustedes corre peligro?

"Sí, y esa se va también", contestó el anciano señalando la casa de su vecino.

¿Y usted está dispuesto a irse?, le pregunta Mairym.

"Si no me queda otro remedio, porque la vida entonces, mía, y de la familia mía, una vez haya un desarrollo aquí va a cambiar, ya no vamos a poder vivir aquí".

Pero le pregunto, en cuestión de su preferencia, continuó Mairym, ¿por ustedes que no construyan un hotel ahí y se puedan quedar aquí tranquilos o…?

"Es que si esa fuera una de las alternativas yo diría que no, pero una vez quedemos Jorge (su vecino) y yo, nos vamos de aquí".

¿Cuánto le están ofreciendo? (por su casa y su terreno a pasos la playa).

"Menos de $150,000".

Pero es que esto vale más, dice Mairym.

"¿Te das cuenta?, si no, que la corte decida".

El que acompañaba al anciano dijo que el alcalde indicó que si no aceptan la oferta de todas formas van a tumbar la casa y el banco se quedará con el dinero.

El anciano continuó: "Esa es la forma de él (del alcalde) y aparentemente sigue la palabra de él que señala que hay que obedecer lo que él diga".

"Sí, lo que él diga", añadió el otro señor.

Y como si hubiese querido sintetizar todo lo que dijo su esposo, o tal vez lo que no se atrevió a decir, en ese momento surgió del fondo la voz de la esposa del anciano, quien en todo momento guardó distancia y silencio pero que al parecer estuvo atenta a cada detalle de nuestra conversación. La bonita y escuálida anciana, dijo desde su balcón:

"En otras palabras…no nos queremos ir, no nos vamos… "



2 comentarios:

andorra s. dijo...

gracias joel

Abdiel dijo...

El estado quiere eliminar las comunidades de autogestión y se van a dar falsas promesas en meses de elecciones. Su "fetichísmo" con el tema de comunidades es dañino y la erradicación de ellas es cada vez mayor.

Aún cuando la justifican con algun proyecto de viviendas "mas seguro" la vida de esas personas cambian por completo al cambiar sus condiciones físicas.