En octubre de 1968 se comenzó la construcción de la primera autopista de peaje: la Autopista Las Américas, PR-52, de San Juan a Ponce. La Ley Número 118, del 9 de diciembre de 1993, denominó esta vía como Autopista Luis A. Ferré.
PR-18 begins from PR-22
This short segment connects PR-52 to PR-22 and makes intersections with PR-17 (Ave. Piñero), PR-23 (Ave. Roosevelt), which grants access to Plaza Las Américas (the largest shopping mall in the Caribbean), Ave. Domenech (access to Parque Luis M. Marín). It is mostly 4-lane in each direction.
- Wikipedia
En algún momento, cuando vi que la marcha que salió desde la Ponce de León se desvió hacia la Avenida Piñero y no siguió su ruta hasta llegar a la Milla de Oro, pensé que iba camino hacia otra concentración más. Temí que después del largo trayecto me encontrara de nuevo con líderes religiosos dando discursos pacifistas, sindicalistas exacerbando las masas sin pasarse de la raya, música estridente a volumen exagerado y la bebe lata; los bailes y las consignas que parecen más un día de navidad que una protesta. Y mi temor crecía mientras más nos acercábamos al punto de encuentro.
De camino vi tantas vitrinas desprotegidas que quedaron intactas a nuestro paso, escaparates donde descansaban contentos autos de lujo o muebles de miles de dólares...Pero todo el mundo espera, nadie quiere ser el primero en tirar la piedra.
Pasamos frente a una fila de no sé qué división represora que protegía el Departamento de Educación. En algunos chalecos anti bala podía leerse "División de Arrestos", en otros "SWAT" y los demás simplemente no decían nada: uniformados de negro con granadas de gas colgando de sus pechos, rótenes larguísimos y hasta una mujer vestida de militar y sin ninguna identificación. Y como siempre la gente sabe más de leyes y derecho que los oficiales, no faltó quien les recordara, señalándolos a la cara, que es ilegal no tener la placa a la vista. Así iba un estudiante de la UPR, apuntándoles a la cara con su dedo índice, uno a uno, frente a frente y mirándolos a los ojos les decía:
¿Y tu placa, dónde está tu placa? Y luego al supervisor: ¿dónde están las placas de sus oficiales, usted sabía que eso es ilegal?.
El supervisor mandó a retirar a la línea de oficiales que era una mezcla extraña de agentes de la fuerza de choque, el SWAT y lo que sólo podemos presumir que sean mercenarios. A regañadientes volvieron y se metieron al sótano de donde salieron, el oscuro estacionamiento del edificio de D.E.
De camino también se hicieron muchos grafitis, incluso en restaurantes, edificios de viviendas, concesionarios de auto y todo mural con espacio en blanco fue garabateado, en ocasiones bajo la mirada pasiva de la policía estatal.
Al llegar a Plaza me sorprendió ver que allí también había ventanas de cristal accesibles e intactas. Y tal como lo temía, al acercarme a la tarima de Todo Puerto Rico por Puerto Rico escuché la música, estridente, con ese calor, y la bebe lata, los bailes y demás gestos políticamente nulos...
"Es hora de partir, caminar hasta la estación de tren más cercana, llegaré a tiempo para el noticiario y ver a Rodríguez-Ema sonreír complacido".
Sin embargo, antes de irme, la situación tomó un nuevo giro. Una llamada telefónica me alertó: "en las noticias están enseñando a unos policías dando macanazos a unos estudiantes que quieren tomar el expreso, ¿tú estás ahí?"
Era mi compañera desde el apartamento, enterándose antes que yo de lo que sucedía exactamente sobre mi cabeza, a la altura del expreso Las Américas. Fuimos hacia allá, el estudiante de la UPR estaba conmigo, y al subir nos encontramos con una autopista desolada de autos y llena de jóvenes que la habitaban como a una playa: sentados o acostados sobre la brea, que gracias a varias nubes se mantuvo tibia, mientras otras corrían de lado a lado con sus bicis. Pero la mayoría estaba alerta y a la menor sospecha de que un auto fuese a quebrar el nuevo orden que allí se impuso, se activaban a defenderlo. Ese territorio fue ganado y defendido hasta las últimas consecuencias. La regla era sencilla: simplemente por aquí no pasa nadie hasta que nos dé la gana.
Claro que cuando te percatas que en tu frente y a tu espalda tienes sendas filas de hombres de más de seis pies armados, y en los laterales sólo hay precipicios, las cosas se complican un poco. Estábamos en medio de un desierto de cemento y brea en el que las dos filas de la fuerza de choque sólo tenían que decidir ir hacia el frente, al mismo tiempo, para aplastarnos. Surgieron entonces varias opiniones sobre cómo lidiar con la situación, y en lo que se dilucidaba cual iba a ser la acción a seguir, se quemaron algunas gomas, se lanzaron piedras y botellas a los oficiales y sus patrullas y otros pocos aprovecharon la coyuntura para embriagarse.
Pero lo de la bebeera era lo más que podía esperarse, lo menos sorprendente. Aparte de eso, todo lo acontecido a la altura del expreso resultó ser totalmente impresionante: la espontaneidad, la no dirección, la alta participación, trabajadores haciendo caso omiso a sus conservadores líderes sindicales, la fuerza de choque cediendo ante la postura firme de los desobedientes civiles...
¡Había fuego en medio de la autopista!
Caras tapadas dispuestas a todo, incluso a marchar hasta la Fortaleza o el Capitolio. Hasta se celebró una asamblea de pueblo donde entre marchar hacia el Capitolio, la Fortaleza o la UPR, la última opción fue seleccionada democráticamente por evidente mayoría. Pero hubo muchos que no quisieron marcharse y no fue sino gracias a la intervención de Rafael Cancel Miranda que la gran mayoría siguió adelante hasta llegar nuevamente al punto de partida, los portones cerrados de la UPR. Allí, bajo la lluvia y luego de debatir por un rato, decidimos irnos a nuestras casas, victoriosos y sin olvidar que ese fue sólo el comienzo de una intensa lucha que no parece que vaya a parar hasta llegar a las últimas consecuencias.
*Las demás fotos fueron tomadas por Joel Cintrón Arbasetti
Más Fotos:
De camino vi tantas vitrinas desprotegidas que quedaron intactas a nuestro paso, escaparates donde descansaban contentos autos de lujo o muebles de miles de dólares...Pero todo el mundo espera, nadie quiere ser el primero en tirar la piedra.
Pasamos frente a una fila de no sé qué división represora que protegía el Departamento de Educación. En algunos chalecos anti bala podía leerse "División de Arrestos", en otros "SWAT" y los demás simplemente no decían nada: uniformados de negro con granadas de gas colgando de sus pechos, rótenes larguísimos y hasta una mujer vestida de militar y sin ninguna identificación. Y como siempre la gente sabe más de leyes y derecho que los oficiales, no faltó quien les recordara, señalándolos a la cara, que es ilegal no tener la placa a la vista. Así iba un estudiante de la UPR, apuntándoles a la cara con su dedo índice, uno a uno, frente a frente y mirándolos a los ojos les decía:
¿Y tu placa, dónde está tu placa? Y luego al supervisor: ¿dónde están las placas de sus oficiales, usted sabía que eso es ilegal?.
El supervisor mandó a retirar a la línea de oficiales que era una mezcla extraña de agentes de la fuerza de choque, el SWAT y lo que sólo podemos presumir que sean mercenarios. A regañadientes volvieron y se metieron al sótano de donde salieron, el oscuro estacionamiento del edificio de D.E.
De camino también se hicieron muchos grafitis, incluso en restaurantes, edificios de viviendas, concesionarios de auto y todo mural con espacio en blanco fue garabateado, en ocasiones bajo la mirada pasiva de la policía estatal.
Al llegar a Plaza me sorprendió ver que allí también había ventanas de cristal accesibles e intactas. Y tal como lo temía, al acercarme a la tarima de Todo Puerto Rico por Puerto Rico escuché la música, estridente, con ese calor, y la bebe lata, los bailes y demás gestos políticamente nulos...
"Es hora de partir, caminar hasta la estación de tren más cercana, llegaré a tiempo para el noticiario y ver a Rodríguez-Ema sonreír complacido".
Sin embargo, antes de irme, la situación tomó un nuevo giro. Una llamada telefónica me alertó: "en las noticias están enseñando a unos policías dando macanazos a unos estudiantes que quieren tomar el expreso, ¿tú estás ahí?"
Era mi compañera desde el apartamento, enterándose antes que yo de lo que sucedía exactamente sobre mi cabeza, a la altura del expreso Las Américas. Fuimos hacia allá, el estudiante de la UPR estaba conmigo, y al subir nos encontramos con una autopista desolada de autos y llena de jóvenes que la habitaban como a una playa: sentados o acostados sobre la brea, que gracias a varias nubes se mantuvo tibia, mientras otras corrían de lado a lado con sus bicis. Pero la mayoría estaba alerta y a la menor sospecha de que un auto fuese a quebrar el nuevo orden que allí se impuso, se activaban a defenderlo. Ese territorio fue ganado y defendido hasta las últimas consecuencias. La regla era sencilla: simplemente por aquí no pasa nadie hasta que nos dé la gana.
Claro que cuando te percatas que en tu frente y a tu espalda tienes sendas filas de hombres de más de seis pies armados, y en los laterales sólo hay precipicios, las cosas se complican un poco. Estábamos en medio de un desierto de cemento y brea en el que las dos filas de la fuerza de choque sólo tenían que decidir ir hacia el frente, al mismo tiempo, para aplastarnos. Surgieron entonces varias opiniones sobre cómo lidiar con la situación, y en lo que se dilucidaba cual iba a ser la acción a seguir, se quemaron algunas gomas, se lanzaron piedras y botellas a los oficiales y sus patrullas y otros pocos aprovecharon la coyuntura para embriagarse.
Pero lo de la bebeera era lo más que podía esperarse, lo menos sorprendente. Aparte de eso, todo lo acontecido a la altura del expreso resultó ser totalmente impresionante: la espontaneidad, la no dirección, la alta participación, trabajadores haciendo caso omiso a sus conservadores líderes sindicales, la fuerza de choque cediendo ante la postura firme de los desobedientes civiles...
¡Había fuego en medio de la autopista!
*Foto por Noelia González.
Caras tapadas dispuestas a todo, incluso a marchar hasta la Fortaleza o el Capitolio. Hasta se celebró una asamblea de pueblo donde entre marchar hacia el Capitolio, la Fortaleza o la UPR, la última opción fue seleccionada democráticamente por evidente mayoría. Pero hubo muchos que no quisieron marcharse y no fue sino gracias a la intervención de Rafael Cancel Miranda que la gran mayoría siguió adelante hasta llegar nuevamente al punto de partida, los portones cerrados de la UPR. Allí, bajo la lluvia y luego de debatir por un rato, decidimos irnos a nuestras casas, victoriosos y sin olvidar que ese fue sólo el comienzo de una intensa lucha que no parece que vaya a parar hasta llegar a las últimas consecuencias.
*Las demás fotos fueron tomadas por Joel Cintrón Arbasetti
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